La característica central del movimiento cooperativo es que estamos de cara a la sociedad: nos realizamos como cooperativas cuando nos proyectamos a la sociedad. Y nos fortalecemos como movimiento cooperativo cuando actuamos de manera coordinada, cooperativa, hacia objetivos compartidos. Sí, hacia objetivos sociales, económicos, culturales, ambientales, que vamos identificando y perfilando en conjunto.
Y, lo más atrayente y sugerente de nuestro movimiento cooperativo es que es vivo, fuerte, dinámico, cuando cada uno de nosotros participa como persona, cuando actuamos como asociados, o como directivos, o como colaboradores y ejecutivos de cada una de nuestras cooperativas. De ese compromiso personal dependen tres líneas de acción definitivas para fortalecer nuestro movimiento cooperativo:
- Nuestras prácticas personales en la vida económica -que es social, cultural, ambiental, en tanto ciudadanos, y consumidores/productores/empleados/ejecutivos-, que lo hagamos inspirados en los valores que compartimos como cooperativistas y que, desde luego, lo hagamos a través de nuestras cooperativas;
- La orientación que le demos a nuestras organizaciones y las prácticas internas (institucionales) que desarrolle cada cooperativa, y que lo hagamos tomando como fundamento los principios cooperativos que pueden guiar nuestra gestión cooperativa;
- El sentido que le demos a la cooperación entre las cooperativas -cooperación que es cultural y educativa, social, económica, financiera-, y al compromiso con nuestras comunidades para apoyarlas en sus procesos de organización cooperativa, asociativa, solidaria, para que participen de manera digna en el desarrollo socioeconómico y sean parte de una economía y una cultura del bien común.
En una palabra, el movimiento cooperativo nos requiere como personas, como seres humanos íntegros, como cooperativistas, que actuamos en nuestras organizaciones, de cara y en cooperación con otras cooperativas y que trabajamos con nuestras comunidades, ofreciendo la alternativa cooperativa y del bien común.
El movimiento cooperativo se fortalece cuando cada uno de nosotros, como ser humano y como ciudadano, como asociado y cooperativista vive su sentido de responsabilidad social (uno de los valores que inspiran a las personas en cooperación), y participa de las dinámicas y los acuerdos que establece su cooperativa con otras cooperativas.
Dado que las cooperativas son empresas de personas -tal como lo define el principio de identidad de la Alianza Cooperativa Internacional, ACI-, se trata de impulsar formas de economía basadas en la solidaridad y la cooperación entre todos nosotros, los asociados, los directivos y los colaboradores de cooperativas de distintos sectores y territorios, de diversas clases y con historias y grados diferentes de consolidación, y que en dicho proceso, formemos, consolidemos el circuito cooperativo que es económico, financiero, social y cultural.