El país vive un momento clave para redefinir el papel de las cooperativas de aporte y crédito dentro del ecosistema crediticio colombiano. Estas organizaciones, construidas sobre la base de la solidaridad económica y la autogestión para el desarrollo, cumplen una función esencial en la inclusión económica, el fortalecimiento del tejido social y la generación de bienestar en los territorios. Sin embargo, siguen enfrentando una estructura de supervisión que no se ajusta a su naturaleza, características, heterogeneidad en cuanto a tamaño y actividad económica, dimensión ni propósito.
La Confederación de Cooperativas de Colombia – Confecoop, realizó el Primer Encuentro Nacional de Cooperativas de Aporte y Crédito, un espacio gremial de alto nivel donde se discutieron los principales desafíos que enfrentan, así como el horizonte de oportunidades que emergen para este subsector del cooperativismo. Las conclusiones son contundentes: las cooperativas de aporte y crédito requieren un entorno de supervisión diferenciado, coherente con su actividad orientada al bienestar y su función social, al tiempo que necesitan acceso oportuno y adecuado a instrumentos que les permitan ser competitivas y sostenibles, como el fondeo especializado, el acceso a tecnología y la interoperabilidad en igualdad de condiciones.

Uno de los temas recurrentes señalados por los directivos y funcionarios de este tipo de organizaciones es la desproporción en los esquemas de supervisión y control. Más del 85% de estas cooperativas son microempresas; sin embargo, son tratadas muchas veces con el mismo nivel de exigencia que actores financieros de mayor tamaño y naturaleza diferente.
La supervisión debe ser técnica, proporcional al riesgo, a las características de la actividad económica desarrollada y respetuosa de los principios cooperativos. No se trata de eliminar el control, sino de ajustarlo a la realidad operativa de entidades que no captan ahorro del público y que trabajan apalancadas -en buena parte- por los aportes sociales de sus propios asociados.
Con base en lo establecido en la ley, es absolutamente claro que existe una diferencia tanto conceptual como jurídica entre el ahorro y el aporte, siendo este último asimilado a capital de riesgo, mientras que el concepto de ahorro, dice la ley, sólo podrá ser utilizada por las cooperativas a las cuales se les haya impartido autorización para adelantar la actividad financiera y demás entidades autorizadas por la ley para captar ahorro. Este es uno de los argumentos que soportan la propuesta de supervisión diferencial entre uno y otro tipo de cooperativas. De allí una de las propuestas presentadas durante el Encuentro, relacionada con el desmonte del modelo de pérdida esperada para este tipo de cooperativas, al considerarse que dicho modelo aplica para las entidades que desarrollan actividad financiera. Así ocurre en el ámbito de las empresas mercantiles.
Otro aspecto importante que se resaltó durante el Encuentro es la necesidad de avanzar en el reconocimiento estratégico y funcional de las cooperativas de aporte y crédito como actores legítimos del sistema crediticio nacional. No pueden seguir siendo tratadas como figuras residuales ni mantenerse bajo la ambigüedad regulatoria.
Estas cooperativas representan hoy una red de más de más de 1.250 organizaciones que operan en 137 municipios y que, en conjunto, impactan directa e indirectamente a más de 4 millones de colombianos. Razones suficientes para que la institucionalidad pública regulatoria, de fomento, fondeo, afianzamiento y supervisión vean con una nueva perspectiva este gran ecosistema de irrigación de servicios, entre ellos, el crédito orientado tanto al consumo como al financiamiento de proyectos productivos a lo largo y ancho del país.
Este subsector cooperativo, que empieza a ser caracterizado en los informes de inclusión económica y financiera de la Banca de las Oportunidades, como un actor reconocido en el mercado crediticio del país, está llamado a convertirse en la red de irrigación del crédito productivo hacia los sectores de la economía popular, de las comunidades organizadas y de pequeños y medianos productores rurales y urbanos, de bienes, servicios y ejecución de obras, que encuentran en estas cooperativas su soporte crediticio en su entorno territorial.
En este sentido, también es importante hacer un llamado hacia el interior del sector: es imperativo fortalecer la integración gremial, generar propuestas colectivas y proyectar un modelo de negocio que ponga en el centro de su misión la atención de las necesidades del asociado y su familia, sin descuidar la eficiencia, la transparencia y la innovación.
La transformación digital, por ejemplo, no es una opción sino una condición para la sostenibilidad futura de las cooperativas. El cooperativismo debe ponerse a tono frente a los avances tecnológicos que están redefiniendo la forma de ofrecer servicios crediticios. La interoperabilidad, las billeteras digitales, la automatización de procesos y la analítica de datos deben convertirse en herramientas del día a día.
Igualmente, importante es la Intercooperación como modelo de escalamiento en la oferta de servicios y beneficios. El trabajo conjunto entre cooperativas del mismo sector, o incluso de distintos sectores, permite cerrar circuitos económicos, optimizar recursos y generar soluciones integrales para sus asociados. Hay experiencias significativas en el país que sirven de referencia y muestran que es posible construir ecosistemas cooperativos robustos, con identidad y competitividad al mismo tiempo.
Las cooperativas de aporte y crédito son más que prestadoras de servicios crediticios. Son organizaciones de base social que democratizan el acceso al crédito, que educan financieramente, que generan confianza, promueven la autogestión y crean riqueza social y económica en los territorios. Por eso es hora de pasar del discurso a la acción. El país gana cuando gana el cooperativismo.
Carlos Ernesto Acero Sánchez
Presidente Ejecutivo
Confederación de Cooperativas de Colombia – Confecoop