Con una base sólida de asociados, un marco legal favorable y una vasta experiencia, el sector cooperativo en Colombia es una piedra angular para el desarrollo regional, la inclusión financiera y la calidad de vida de las poblaciones más apartadas.
El cooperativismo se encuentra en un punto de inflexión. Con más de un siglo de historia, este modelo solidario ha sido una fuerza significativa para el desarrollo económico y social del país, empoderando comunidades, generando empleo e inclusión financiera.
“Las crisis globales demandan cooperación. El cambio climático, las innovaciones tecnológicas, la educación, los movimientos sociales y los nuevos modelos de negocio encuentran en las cooperativas herramientas para aportar a la solución de problemas o innovar creando nuevos espacios para la sostenibilidad económica, social y ambiental”, aseguró Colombia Pérez Muñoz, directora de Indesco en la Universidad Cooperativa de Colombia.
Las cooperativas colombianas cuentan con una base sólida de asociados, un marco legal favorable y una experiencia acumulada en diversos sectores económicos. Según Confecoop, a finales de diciembre de 2023 Colombia contaba con alrededor de 3.500 cooperativas y aproximadamente 6,4 millones de asociados, de los cuales 4,4 millones pertenecen a cooperativas de servicios financieros, ahorro y crédito. Estas cooperativas generan 115.000 empleos formales y reportan activos por 56,7 billones de pesos, con un crecimiento del 6 por ciento con respecto al año anterior.
El sector, además, desempeña un papel crucial para el ahorro, el crédito, el agro, la educación, servicios sociales, salud, comercialización y transporte. En el subsector de ahorro y crédito, que cuenta con 172 cooperativas y 4,4 millones de asociados, representa cerca del 21 por ciento de la población económicamente activa. Según Findeter, desde 2009 hasta mayo de 2024, estas cooperativas han experimentado un notable crecimiento, al aumentar sus activos de 5,4 a 20,9 billones de pesos, con una cartera de crédito que alcanza los 16,5 billones.
Vital para las regiones
Con presencia en 1.156 oficinas y 31.982 corresponsales, este sector cumple un papel fundamental en municipios rurales distantes y afectados por la violencia, donde se concentra el 8,8 por ciento de los asociados, quienes han aportado un capital social de 5,4 billones de pesos. Los depósitos gestionados ascienden a 22,6 billones de pesos, lo cual evidencia su importancia para la inclusión financiera y el desarrollo local.
“El panorama es alentador”, advirtió Carlos Acero, presidente de la Confederación de Cooperativas de Colombia (Confecoop). Desde Naciones Unidas y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde), hasta la academia y sectores económicos, consideran a las cooperativas como una forma efectiva de organizar comunidades para la producción de bienes y servicios, tanto en áreas rurales como urbanas. “Este modelo promueve la organización para el consumo, el trabajo, y la recuperación de empresas en crisis, lo que beneficia a poblaciones vulnerables”, agregó Acero.
A nivel local, según Acero, el Plan Nacional de Desarrollo y la política de economía popular han ofrecido oportunidades para que los procesos de economía popular se transformen en empresas cooperativas sostenibles. “La nueva política pública y la Ley de Emprendimiento (Ley 2069) han fomentado el crecimiento de organizaciones cooperativas, especialmente en el sector productivo, lo cual dinamiza la economía y genera riqueza. Esta combinación de apoyo global y local está impulsando un aumento gradual en el número de cooperativas nuevas en todo el país”, precisó Acero.
Los desafíos
Algunos de los principales retos que enfrentan las cooperativas colombianas hoy son la ralentización económica, la baja participación de jóvenes, la digitalización y la competencia por parte de las empresas tradicionales y nuevos modelos de negocio que pueden poner en riesgo la viabilidad de algunas cooperativas.
“La ralentización económica afecta a todo el sector empresarial, incluido el cooperativo. Además, es crucial desarrollar y reglamentar elementos del plan de desarrollo para ajustar la normativa y mejorar la regulación y supervisión, que actualmente limitan el crecimiento de estas organizaciones. La transformación digital es otro reto importante, ya que muchas cooperativas, al igual que las micro, pequeñas y medianas empresas del país, deben adaptarse a las nuevas tecnologías para mantenerse competitivas”, resaltó Acero.
Las grandes cooperativas, en su mayoría financieras y de ahorro y crédito, lideran el proceso digital, pero aún hay un camino largo para las cooperativas restantes que tienen que superar aspectos como la falta de conectividad, educación e inversión en tecnología. “La transformación digital es un reto importante que abarca no solo la implementación de tecnología, sino también la capacitación, integración y cultura interna para asegurar la sostenibilidad y eficiencia operativa”, agregó Enrique Valderrama, presidente de la Federación Especializada de Cooperativas de Ahorro y Crédito & Financieras de Colombia (Fecolfin).
Otro de los problemas es la baja participación de los jóvenes en estos modelos. Según un informe de la Supersolidaria de 2024, su participación ha disminuido del 16,5 al 14,5 por ciento desde 2016 hasta la fecha, mientras que los mayores de 60 años han aumentado su participación en 5 por ciento. “Estas cifras señalan un gran reto para crear programas intergeneracionales de transferencia, intercambio de conocimientos, experiencias, gestión participativa, liderazgo, innovación y cultura digital”, recalcó Pérez Muñoz.
Expandir los servicios y operaciones en áreas rurales y menos desarrolladas también es clave para Juan Carlos Muñiz, presidente de Findeter. “Esto implica fortalecer sus procesos operativos, mejorar las plataformas digitales y reforzar su gobierno interno. Además, estas cooperativas deben seguir promoviendo la inclusión financiera y facilitar el acceso al crédito, adoptando prácticas de finanzas abiertas, agilizando los tiempos de desembolso e innovando en el sistema de garantías”, detalló Muñiz.
Para Acero hay otra necesidad y es realizar ajustes normativos que faciliten la creación, constitución y fortalecimiento de las cooperativas. “Esto implica modificar las leyes para permitir un entorno más favorable para el desarrollo institucional y empresarial de estas organizaciones, asegurando su sostenibilidad y capacidad de contribuir al desarrollo”, aseguró.
María Eugenia Pérez, directora de la Asociación Colombiana de Cooperativas (Ascoop), llamó la atención sobre las leyes vigentes, que a su juicio requieren una renovación. “Es necesario un marco legislativo más ágil que nos permita operar con mayor eficiencia, especialmente en comunidades vulnerables y regiones apartadas, y que refleje la importancia de la economía social y solidaria tal como se observa en otras regiones del mundo”, indicó.
El Gobierno, por su parte, ha recibido propuestas para ajustar la regulación prudencial del sistema cooperativo de ahorro y crédito. Desde el Ministerio de Hacienda se ha establecido una hoja de ruta destinada a fortalecer el sector financiero cooperativo. “Esto permitirá a las cooperativas actuar como intermediarios entre la banca de fomento y los usuarios del crédito en áreas rurales y urbanas”, reveló Acero. Además, se impulsa un proyecto de ajuste normativo en el Congreso, orientado a modernizar sus estructuras empresariales.
Para Oswaldo León Gómez, gerente corporativo de Confiar, aun con estos avances hay una falta de adaptación del cooperativismo frente a las propuestas gubernamentales de desarrollo de la economía popular. “Creo que no hemos aprovechado la oportunidad y tampoco el Gobierno ha concretado propuestas y estrategias reales de apoyo para que la economía popular se pueda apoyar bien en el cooperativismo”.
El futuro
Para los líderes del sector, el modelo está experimentando un crecimiento que se ve reflejado en el aumento de asociados y en la gestión de cartera y depósitos, que se espera continúe impulsado por políticas públicas favorables y una mayor difusión de los beneficios del cooperativismo.
Gómez opinó que el sector debe ir más allá del simple ahorro y crédito, ampliando su impacto en sectores como la agricultura y la salud, donde cooperativas como las lecheras han demostrado su relevancia económica y social, como el caso de Colanta o Coopidrogas en el mercado farmacéutico. También señaló la necesidad de fortalecer y expandir estas iniciativas en sectores como el café. “Es esencial promover un cooperativismo más tecnológico y enfocado en el desarrollo rural para conectar efectivamente el campo con la ciudad”, agregó.
El fortalecimiento del marco regulatorio cooperativo también ha sido crucial tras 40 años sin una política pública específica. En 2022 se implementaron instrumentos jurídicos como la Ley de Emprendimiento y programas gubernamentales para promover cooperativas y la economía solidaria, incluyendo el Plan Nacional de Desarrollo y programas de inclusión económica y financiera, y asociatividad solidaria para la paz.
“Este modelo debe convertirse en una tercera vía para el crecimiento económico y el desarrollo sostenible. Para alcanzar este futuro, es indispensable que el Gobierno nacional respalde y promueva activamente el cooperativismo, pasando de promesas a acciones concretas”, aseguró Pérez.
Un último reto es integrar el concepto de sostenibilidad a las operaciones y proyectos. “A medida que el mundo financiero adopta el capitalismo consciente, centrado en la sostenibilidad, las cooperativas deben avanzar hacia nuevos negocios y proyectos que respeten los recursos finitos y promuevan prácticas ambientales responsables”, concluyó Gómez.
Fuente: Semana.com